Cualquier mujer se habrá
imaginado una cena romántica alguna vez, con cualquier persona. Nos la
imaginamos perfecta, intentando sentir los sentimientos, pero no nos hacemos ni
una idea.
Aquella cena se me hizo más
corta de lo que creía que iba a ser. Cené maravillosamente. Harry no tenía
problemas para sacarme una sonrisa, ni si quiera para hacerme sentir especial
aquella noche.
Casi me resultó una pesadilla observar como la cena
tocaba a su fin. Me aterraba la idea de volver a la cotidiana vida, al tener que soportar la
idea de estar alejada de Harry y al miedo de que tal vez el ya no sintiera lo
mismo. Pero nada es eterno.
Después del pequeño banquete
de exquisita cena, me despedí en silencio de aquella terraza y volvimos a bajar
las escaleras de caracol, siguiendo los pasos de Harry como guía. Me despedí
con una sonrisa del camarero que nos había ido trayendo la comida, y salimos
afuera del glamoroso restaurante. El gélido frío me erizó en medio segundo la
piel, y resistí la desesperante tentación de entrar corriendo al restaurante.
Eché una larga mirada hacía la plaza. Estaba un poco
lejos de ella, pero aún se escuchaba el murmuro de las personas conversar.
Suspiré y pensé en Brooke. ¿Dónde estaría en este momento? Y, ¿todo le
marcharía bien?
En aquel momento sentía que
necesitaba su compañía. Desahogarme, que volviera a repetirme lo que creía
sobre mis sentimientos hacía el batería y volver a sentirme segura. Pero no
podía molestarla. Por una vez, iba a tener que mantenerme fuerte, aunque viera
todas las posibilidades de conseguirlo nulas.
En aquel momento oí el golpe del agua chocar contra
el malecón. Mi cuerpo se convulsionó y mis dientes rechistaron como dos rocas
intentando crear fuego en una noche frío. Me crucé de brazos, helada, mientras
dirigía una mirada a Harry. Este me observaba con el ceño fruncido y mirada
preocupante.
-¿Tienes mucho frío? –Me encogí de hombros,
intentando parecer indiferente, pero a él no le podía engañar. –Ten, presta mi
chaqueta.
-Oh, no hace falta, estoy bien… -Titubeé, pero no
pude frenarle.
Se la quitó, pero me sentí
más tranquila cuando vi el fino suéter que vestía. Al menos no iba en tirantes,
como yo, y no pasaría frío. Al fin y al cabo, en aquel momento no sentía los
dedos de mis pies.
Se colocó detrás mía, a mi espalda,
pero no tardé en notar el calor de su chaqueta reposando en mis hombros. Dejé
de temblar, pero mi corazón dio un revuelco cuando de pronto, no solo noté su
chaqueta.
Un tacto suave pero frío dio
un beso a mi cuello. Mi corazón se paró al notar sus labios besándome. También
notaba sus manos aferrando cuidadosamente mis hombros.
Cerré los ojos, apreciando el
sentimiento. No me atrevía a moverme, pues no quería que dejara de besarme el
cuello. Era algo demasiado especial, tal vez demasiado fuerte como para que mi
cuerpo lograra soportar aquel sentimiento.
Y sin saber porque ni como,
pero sobre todo arrepintiéndome, volteé mi cuerpo y me giré para verle. Harry
apartó su cara cuando me moví, extrañado e irradiando a pesar de sus acciones,
su sentimiento de inseguridad. Parecía asustado, tal vez esperando alguna
reacción vehemente por mi parte, pero no me moví, ni siquiera aparté mis ojos
de él.
-Harry, yo no s… -Intenté decir, pero no me dejó
terminar la frase.
Tal vez temiendo algún
rechazo mío, Harry reaccionó a tiempo. Acarició suavemente mi mentón,
aferrándolo y antes de que pudiera moverme, se acercó rápidamente y me besó,
tal como había estado esperando yo toda la noche.
Noté su otra mano libre
aferrarme por la espalda, acercándome a él. Parecía haberme quedado en estado
de shock: tenía los ojos cerrados, pero mis brazos descansaban muertos en el
aire. Notaba que miles y miles de mariposas despertaban nerviosas por todo mi
cuerpo, recorriendo no solamente mi estómago, si no todo mi cuerpo.
Dudé en aferrarle, tal vez por miedo, o porque
simplemente no tenía fuerzas para cogerle, pero aquella era una oportunidad
infalible para transmitirle que mis sentimientos parecían ser los mismos sin
utilizar las palabras.
Extendí mis dos brazos para
rodear su cuello. Apenas me movía a cada movimiento de sus labios con los mios,
respondiéndole yo también, lo que hacía más sufrible la demora. Pero mis manos
estaban a punto de rozar su cuello cuando de repente, la magia de su beso se
rompió, seguramente obra de mi suerte.
El tono de llamada de su móvil sonó, provocando una
reacción de separación por parte de los dos. Me arrepentí de no haber sido más
rápida y haberle agarrado antes, me insulté de todas formas mentalmente cuando
sus ojos me observaron confusamente.
Abrió la boca para decir
algo, pero sus palabras no fluyeron. Para disimular, sacó su móvil del bolsillo
y observó la iluminada pantalla que se reflejaba en su rostro. Frunció el ceño
y me miró de reojo, hasta que finalmente descolgó el teléfono y se lo llevó al
oído.
-¿Sí? –Pronunció de forma vulgar mientras giraba 90º
su cuerpo. -¿Qué? No, te lo dije ya. –Respondió a la bocecilla inaudible que
hablaba a la otra línea. -¿Qué más da? Creo que ya te lo expresé, An… -Se
reservó y me miró. Entonces me temí a la peor receptora. -¿Cómo? Ni lo sueñes.
Si quieres hablarle, ocúpate tu misma. Al fin y al cabo, me estás haciendo
perder tiempo. –Volvió a callar. –No, no te la voy a pasar. –Me sentí aludida.
Pensé en arrebatarle el móvil y hablar, pero me reservé. -¡Pues lo siento
mucho! –Gritó enfurecido, y colgó.
Me quedé quieta, observándole y con miedo a hablar.
Sabía que él no iba a mostrar su lado rabioso conmigo, pero no quería
arriesgar. Se giró con una sonrisa en la comisura de los labios, pero cuando
iba a respondérsela, justamente sonó mi móvil.
Harry cerró con fuerza sus
ojos, respirando fuertemente. Me temí lo peor, pero eso no me detuvo a sacar mi
móvil. Había escrito un móvil que no tenía agregado, pero no me detuve a
descolgar. Me lo llevé con cautela a la oreja, temiendo al emisor de antes.
-¿Quién es? –Murmuré en voz baja y sin despegar los
ojos del batería.
-¿Evelyn? Soy Anne Grint. Quiero hablar contigo…
¿Está Harry ahí, no? –Dijo directamente, mientras mis ojos brillaron de miedo.
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