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domingo, 29 de abril de 2012

61.A la altura de las golondrinas.




Jamás desde que había llegado a Inglaterra había tenido la mínima pizca de curiosidad por visitar el London Eye. Opinaba que era como otra noria cualquiera; vistas desde cierta altura, sin mucho que ver que no hayas visto ya desde fotos y una primera reacción deslumbrante, pero las demás ya aburridas.
Pero para nada era así el London Eye.
Me subí sin mucho entusiasmo a la noria. Tardó varios minutos en ponerse en marcha, mientras esperaba sentada y mirando a través de la ventana. Miles de pensamientos e indecisiones me ahogaban como para poder entretenerme con una singular vista.
La noria fue cogiendo altura, mientras yo le era indiferente a las fascinaciones de mis amigos. Cerré los ojos para intentar concentrarme, nada de mis amontonados problemas lograron resolverse. Me mantuve varios segundos así, relajada, hasta que oí a alguien hablarme.
                -No es buen momento para echar una cabezada, Evelyn. –Masculló la voz de Harry a mi lado. -¿Qué tal si abres los ojos y aprecias un poco el paisaje.
Y como si me lo hubiera pedido caso, obedecí sin rechistar. Mis párpados volvieron a abrirse dejando que mis pupilas vieran lo que tenía delante. Y comprendí las seguidas fascinaciones de la gente.
Delante mía se extendía la increíble ciudad de Londres. El big ben no resultaba tan grande desde la altura que habíamos cogido, y incluso las gaviotas y demás pájaros volaban a nuestra altura. Deseé poder llegar a la altura de las nubes, estirar la mano y poder averiguar de una vez como era el tacto del algodón esponjoso y blanco que residía en el cielo, pero no, por desgracia el London eye no llegaba a tanto.
No me importó. Me mantuve boquiabierta y callada, observando con fascinación lo que se extendía debajo mía. Una de las ciudades más hermosas que jamás había visto ni vería parecía decirme hola desde todas partes.
                -¿Te gusta? –Resonó de nuevo su voz, esta vez con una pizca de gracias.
                Dios, es precioso. –Me costó despegar la vista, pero cuando lo hice miré a Harry confusa. -¿Alguna vez te habías subido antes?
                -Sí, un par de veces. Pero jamás me canso de hacerlo. –Sus ojos azules parecían centellar aún mas con el reflejo azul del cielo y las nubes blancas. –Es algo que no se puede ver desde ningún edificio de la ciudad.
                -Creía –Hablé despegando la vista de él y mirando a través de la ventana. –que estar y subirse en esta noria sería algo patético y me haría perder el tiempo, pero no, absolutamente que no. –Sonreí para mi misma. –Me hubiera perdido todo esto si no hubiera sido por ti.
                -Sabría que te gustaría. –Mencionó embozando una sonrisa y sentándose a mi lado. –Tal vez no lo parezca, pero te conozco más de lo que crees.
Le sonreí. Un sentimiento de pesadumbre me recorrió entera, sin saber porqué. La faceta de Harry, a pesar de que sonría desforzadamente y la felicidad llegaba a sus ojos, irradiaba tristeza. Tal vez la misma tristeza que sentía yo, pero ¿qué era?
                -Gracias. –Siseé, rendida de intentar resistir la tentación de decírselo.
                -¿Por qué? –Susurró, tal vez para que nadie nos oyera. Frunció el entrecejo mientras expresaba curiosidad.
                -Por ser como eres. Por no alejarte de mi incluso cuando pasó… -Se me quebró la voz. La palabra correcta era –rechazo-, pero yo no quería haberle rechazado. ¿Por qué todas estas dudas? -…lo del otro día. –Forcé una sonrisa. –Por haberme apoyado y ayudado siempre, sacarme una sonrisa en el peor momento, por escucharme, entenderme, darme esperanzas en el último momento. –Hubiera podido estar horas y horas adulándome, pero Harry me interrumpió.
                -No tienes porque darme las gracias. –Noté como me rodeaba del hombro por un brazo. Hundí mi cabeza en su cuello mientras aprovechaba inhalar su fragancia, aquella dulce fragancia que él solo poseía. –Soy así contigo porque te lo mereces. No podría tratarme mal o ignorarte, simplemente no podría. Al contrario; gracias a ti por comportarte tan bien conmigo.
                -¿Bien? –Carcajeé sarcásticamente. –Digamos que no estoy satisfecha por como te traté. –Me costaba hablar. La voz se me iba por otro sitio, negándose a salir. –Sé lo que has llegado a poder sentir, ya me entiendes, y no es nada agradable.
                -Tú no te has comportado como Dougie. –Aseguró el con total confianza, levantando la cabeza para susurrarme al oído. –Doug al principio le costó admitir quien eras, y se comportó mal. Tú, en ningún momento por ahora lo has hecho. Todo lo contrario; pareces incómoda cuando me acerco a ti.
                -Me entra vergüenza. –Reí, mientras el aire que soltaba de mis pulmones rebotaba en su camisa. –Me corto; me siento culpable.
                -No lo hagas; comprendo la situación, y a pesar de tu rechazo, quiero seguir manteniendo tu amistad.
No volví ha hablar. Permanecí sumergida en el cuello de su camisa, mientras me dedicaba a observa maravillada el paisaje. El London Eye daba vueltas y más vueltas, preciosas vueltas que se me pasaron volando por el tiempo.
De vez en cuando, ladeaba un poco la cabeza para inspeccionar a los demás. Alguna que otra vez me encontraba con la mirada de Dougie, pero este no me miraba con pesadumbre, sino una muestra de felicidad se asomaba por el rabillo de la comisura de sus labios. Le devolví la sonrisa, feliz de que todo respecto a lo que pasó, se hubiera arreglado.

Todo parecía ir a la perfección. Apenas quedaban segundos para que la noria parase y nos diera permiso para bajar. Aún permanecía apoyada sobre Harry, notando su brazo rozarme y las mariposillas revoloteando por mi estómago, hasta que una voz de pito y una cabellera larga y pelirroja resonó cerca nuestra. Despertó mis recuerdos, sus criticas que me habían dicho y un infame sentimiento de celos me recorrió entera.
                -¿Harry Judd? –Mencionó la chica de ojos verdes que miraba a mi compañero con fascinación, ignorándome. -¡Cuánto tiempo! Estás muy cambiado, muy… encantador. –Sus ojos se toparon conmigo, fulminantes y horribles.
Me separé de él tan rápido como pude. Harry pareció no comprender mi rápida reacción, pero no le dio mucho tiempo. Saludó a la chica que le había hablado, a ella, a la que tan poco me fiaba.    
                -Oh, hola Anne.
Anne Grint me inspeccionaba de forma altiva con la mirada.

viernes, 27 de abril de 2012

60."No me avergüenzo de mis sentimientos"





Volví a subir los ojos mientras seguía ignorando a Katherine, quien nos contaba las últimas noticias sobre el famoso diario de su vida. Llevaba los auriculares a todo el mundo, intentando soslayar a todo el mundo. Giovanna parecía detallar con la mirada todos los pequeños detalles por los que pasábamos y Brooke, al igual que yo, tenía aferrado al tímpano mi auricular derecho, compartiendo la música.
Cole iba un poco más delante nuestra, acompañando a su tío, quien era monitor y adalid de aquella salida de la universidad. Iba exultante, mientras Dougie le acompañaba a unos centímetros de su lado, indiferente a todo lo que comentaba él. Se dedicaba a observar sus vans a cada paso.
Desvié mis ojos hacía la cabellera rubia con flequillo, no muy lejos de los otros dos. Tom conversaba entretenidamente y de forma serena con Logan, como si explicara algo detalladamente. De vez en cuando volteaba su cabeza para observar a su novia, quien le dedicaba una encantadora sonrisa y él la contestaba.
Y por último, y a pesar de mis nulos esfuerzos por evitarlo, mis ojos se desviaron sin control hacía el dueño de la cresta y los ojos que tanto me habían llamado la atención el día en el que le conocí.
Suspiré al observarle. Iba un poco más apartado de Dougie, sin entablar conversación con nadie y las manos dentro de los bolsillos de la chaqueta. Poseía en aquel momento una mirada mohína, y estaba cabizbajo al igual que Doug, observándose sus zapatos. Una parte de mi deseaba adelantarse y ponerse a su lado, otra parte prefería mantenerse con las chicas y otra simplemente dejar de pensar.
A duras penas, desvié los ojos de nuevo hacía mi hermano, pero no fueron sus ojos los que me encontré, si no los de Logan.
Tom había cesado de hablar y miraba disimuladamente a ambos. Yo por mi parte me apresuré no mantener el contacto visual con Logan. Empecé a observar los zapatos de todo el mundo para quitarme su mirada de la nuca, pero no había cesado, hasta que de pronto e improvisadamente, su voz sonó más cerca de lo que creía que estaba.
                -¿Molesto si me quedo con vosotras? –levanté la vista y encontré su risueño rostro, tan encantador como solía hacerlo.
                -Oh, no. –Le contestó Kat, pero no tardó en ignorarlo.
Tom me dedicó una mirada insegura, mientras enarcaba las cejas y se acoplaba al lado de su novia. Intenté mantener lo más pegada posible a Holly, pero no pude evitar que Logan se pusiera a mi otro lado. Respiré profundamente, intentando pasar desapercibida y levanté la vista hacía el batería. Desgraciadamente, me encontré su mirada, quien me miraba tal vez con una pizca de celos. Un sentimiento esotérico se formo en mi vientre, sintiéndome extremadamente incómoda.
                -No entiendo muy bien esta visita al London Eye. –Me habló Logan sin mirarme. –Lo más lógico, y en plena universidad, sería visitar museos, no el London Eye. –Volteó de una vez los ojos hacía mí. -¿No crees?
                -Prefiero visitar el London Eye antes que un museo de lo que sea. –Opiné sinceramente. Evitaba mirarle, a él y al batería que caminaba a escasos metros nuestra.
                -Hombre, obviamente. –Rió. Le respondí con una forzada y floja risita. -¿Qué es de ti? ¿Ya sabes quién te enviaba las flores?
De nuevo, sentí la angustia en mi pecho y eché una rápida mirada a Harry. Respiré hondo, negándome rotundamente a notarle lo que pasó a quien no fuera ni Tom, ni Brooke.
                -No. –Mentí. –El anónimo dejó de enviarme flores y ya no he vuelto a saber nada de él.
                -¿Qué anónimo? –Carraspeó su ronca voz a mi lado.
Di un respingo mientras mis me crispaba. Levanté la cabeza para verle, y me encontré con el rostro que tan poco deseaba que me hubiera escuchado. Harry sonreía divertidamente, mientras fruncía el ceño fruncido.
Miré a los demás, quienes se habían alejado un poco de nosotros tres y parecían no captar la conversación.
                -Le enviaban flores hará unos días, pero no sabía de quienes eran. –Contó con gracia Logan. –Vino a mi casa empezando a preguntarme por unos tulipanes, y cuando se enteró de que no era yo, me quedé con la duda.
                -Intentaste hacerte pasar por el que las enviaba. –Contrarresté para mejorar un poco más mi pellejo.
                -Bueno, sí, pero era para ver que ocurría. –Enarcó las cejas mientras enseñaba con picardía su sonrisa y dentadura. Levanté la cabeza hasta volver a ver a Harry, a quien le había desaparecido la muestra de diversión en su rostro. –Pero no tuve suerte.
                -Oh, que bien. –Murmuró Harry mientras pasaba del tema.
Silencio.
Pasaron varios minutos sin decir nada, mientras que la incomodidad rondaba por el aire. Creía que aquello jamás iba a acabar, hasta que un golpe de suerte, o quizá no, según desde que punto de vista lo veías, Holly llamó a Logan:
                -¡Logan! –Le gritó a siente metros de él más o menos. -¡Corre, mira este video!
A duras penas pareció que el llamado se despedía de nosotros con un gesto en la cabeza y corría al reencuentro de la castaña. Volví de nuevo mis ojos hacía Harry, sin saber comprender su rostro. Sonreí, pero parecía que la alegría no llegaba precisamente a su rostro.
                -Creí que le habías contado que yo era quien te mandaba las flores. –Carcajeó.
                -No. –Sonreí. Era como Doug; si lo hubiera hecho, se hubiera enfadado… aunque con razón. –Sé que no es agradable que la gente se entere de sus sentimientos.
                -Yo no me arrepiento ni avergüenzo de mis sentimientos, y aunque dijeras que fui yo quien te las enviaba, lo admitiría con una sonrisa. –Sonrió tímidamente mientras parecía ruborizarse. –Jamás he estado tan seguro de mis sentimientos.
Me había quedado boquiabierta. En mi corta vida, jamás había oído a un hombre decirme aquello. Siempre querían mantener alejado de ellos el tema de sentimientos, pero Harry era diferente. Aquellas palabras le dieron un punto más; una mariposa acababa de eclosionar en mi interior.

jueves, 26 de abril de 2012

59.Como en los viejos tiempos.


Es soso, lo sé, pero aparte de que no tenia mucha inspiración, en este cap no se podía decir mucho más. 5 de mayo espeeeeeeeeerame.



Entre crucé mis piernas mientras observaba confusa la pantalla de mi portátil. Una larga página en blanco se extendía delante de mí esperando ser escrita. Iba a escribirle a Samantha, a pesar de que ella no mostraba interés últimamente por mí.
Comencé por contarle mi confort y la amabilidad de mis nuevos amigos, y después, me dejé llevar por contarle todo lo que me había pasado. Todo.
Durante el pasado jamás había logrado hacer muchos amigos, y casi ninguno con confianza. Siempre cuando me había ocurrido algo, había sido Sam la que me había escuchado y ayudado, y no como una madre, si no como una amiga. Nos llevábamos unos diez y ocho años, y eso la ayudaba a no estar tan poco informada de cómo era la actual sociedad. Ella me había dado un hombro en que llorar, me había defendido y sobre todo me había dado esperanza, a diferencia que James. Él era más indiferente, aunque jamás se le había dado bien aconsejar. No me molestaba; ya tenía a mamá para eso.
Le conté lo ocurrido con Dougie, puesto que ella ya conocía de oída al pasado Mr.Lizard. Le conté su enfado que tanto había asegurado que no iba a sufrir. Le conté lo poco que sucedió con Logan, y lo que había ocurrido apenas unas horas antes con Harry. Le hablé bien del batería, excepcionalmente bien. Le conté lo que había sentido y lo que pensaba, mis dudas y le pedí su ayuda. Sabía que ella me daría su buen consejo.
Sobre Dougie, me desahogué con ella. Hablé desde mi punto de vista interior mal, lo que me había hecho sentir, pero a pesar de ello no pude evitar alabarle. Doug no era mala persona, al contrario. Le conocía lo suficiente bien y entendía su reacción. Aunque en aquel momento mis esperanzas eran un poco nulas, esperaba sus disculpas.
Y allí desahogué todo ese incómodo sentimiento que había reposado durante semanas y semanas en mi pecho, sacándolo todo de golpe. Ahora solo quedaba esperar su contestación.

Una hora, o dos quizás después de haber enviado el e-mail a mi madre, empecé a conciliar el sueño. Estaba en postura fetal, al lado del ordenador y probando suerte para ver si Samantha se conectaba, pero no la hubo.
Cerré los ojos definitivamente para dormir, hasta que segundos después, el tintineo del Messenger resonó débilmente. Entrecerré los ojos, notando el parpadeo naranja de la nueva ventanita que me había hablado. Sonreí débilmente, sin pararme a pensar detallada. Samantha debía de haberme hablado.
Me senté a duras penas sobre la cama otra vez y coloqué mi portátil en mi regazo. Abrí la ventanita, y fue entonces cuando mis hombros y espalda se crisparon. El antiguo nombre de Lizard estaba sustituyendo el lugar donde se suponía que tenía que estar Samantha y un saludo bastante amable decía su nombre.
                -¿No se suponía que deberías estar dormida? Tom siempre me decía que Debbie es muy severa con el horario de irse a la cama.
Cerré violentamente los ojos, haciendo toda la presión que podía, mientras me mordía el labio inferior. Mis nervios despertaron en la boca del estómago, pero una vez más no hubo señal de mariposas. Pero lo que más me había llegado a impactar de aquello no era su saludo, si no la forma de hablar indiscretamente sin parecer molestarle que era Evelyn.
Respiré aire y me preparé para escribir las líneas más ingeniosas y disimuladas que podía.
                -Debbie no ciñe esas normas a mí. Sabes perfectamente que pretende ser lo más amable posible para caerle bien.
                -¿Ni siquiera James? –Preguntó apenas segundos después de que yo le diera a la tecla Enter.
                -Desde que nos mudamos –aporté con un poco de tristeza. –soslaya todo lo que haga, sea bueno o malo.
                -Tienes suerte. –Añadió, y no tardó en seguir la frase. –Verás, quería pedirte perdón por mi comportamiento en el cuarto de escobas, de verdad me impactó que tú llegases a ser Weird.
                -Te decepcioné, reconócelo.
                -No lo hiciste. Me alegro de que fueras ella. –Añadió con el emoticono de las gafas de sol. –No me atreví a pedirte perdón, me resultaba lo más embarazoso posible. Estoy realmente avergonzado por como me comporté, y si pudiera hacer algo para solucionarlo…
                -Pasa por alto todo lo que sucedido en este tiempo.
                -¿Todo? ¿Incluyendo lo del baile?
                -Especialmente lo del baile. –Suspiré nostálgica. Cuanto de equivocada había estado respecto a mis sentimientos. –Doug, ahora que ya sabes quien soy, no quiero perder mi amistad de antes, la de Lizard y Weird. Quiero que podamos seguir confesándonos como mejores amigos, tras un ordenador y a la cara sin problemas ni vergüenza. Quiero que todo vuelva a ser como lo era antes de mudarme a Harrow, exceptuando en que no hará falta tener un ordenador para ser amigos.
                -¿No se suponía que tu sentías algo por mí?
                -¿Acaso tú lo sientes por mí?
                -Estoy confuso. Es algo común que ya había sentido, pero no sabría asegurarme.
                -¿Sientes las mariposas, el cosquilleo en el estómago y en los dedos de los pies, la voz entrecortada, el nudo en la garganta, la sangre hirviendo en tu organismo, tu prosperidad a equivocarte y hacer el ridículo y tu parálisis? –Describí, pero no acordándome de Doug, si no del batería. Apenas recordaba lo que sentía sobre el bajista, y estaba segura de que no había sido tan similar a lo sentido con Harry.
                -Sí… -Notaba la duda en sus palabras. –Lo sentía.
                -Cuando nos besamos dentro del cuarto de escobas, -aseguré, intentando llegar a la conclusión. –no sentiste nada, ¿verdad? Las mariposas parecían que habían caído en un coma y que no podrían lograr ni moverse, ¿Verdad? No lo sentiste.
                -No…
                -Lo que sentimos no fue amor, solamente creímos pasarnos de la fina raya que separa la amistad del amor. Ambos nos equivocamos y sobreactuamos más de lo que debíamos, pero no es tarde para borrarlo todo y volver a ser amigos… ¿no?
                -¿Habías estado pensando en esto antes, verdad?
                -Sí, bastante. –Carcajeé. Por fin volvía a ser el Lizard de siempre. -¿Acaso tú no te paraste a pensarlo en ningún segundo?
                -Tenía esos recuerdos todo el rato en la cabeza, pero no llegaba a ninguna conclusión. Solamente se repetían, una y otra vez. –Mientras sonreía, me negué a contestarle. Quería que siguiera y lo decidiera él. –Entonces… ¿amigos?
                -Amigos, y los mejores. –Concluí el problema.

miércoles, 25 de abril de 2012

58.Entre sonrisas y nervios.


¡Hoy estoy exuberante de felicidad! ¿Alguien de mis lector@s se lee o ha leído el fantástico libro de  Memorias de Idhun? Si es que no, ¡os lo recomiendo de corazón! A parte de que es increíble el libro, el próximo 5 de mayo la escritora, Laura Gallego, hará una firma de libros y yo iré, IRÉ!



Mi cuerpo se paralizó sin siquiera poder mover ningún brazo o dedo. Intentaba reaccionar, pero mis partes no me respondían. Mantuve los primeros segundos con los ojos bien abierto, incrédula de lo que veía, y sobre todo, de lo que sentía, pero no tarde en dejarme llevar inevitablemente y cerrar los ojos.
Entonces reparé en algo: aquel beso no se comparaba con ninguno de los que había tenido recientemente.
Con Dougie había sentido algo parecido las dos veces que nos habíamos besado, pero al menos había llegado a tener la conciencia de reaccionar y hacer más especial aquel momento. Había logrado disfrutar del momento junto a él, pero en aquel justo momento, no podía hacer otra cosa que cerrar los ojos y evitar que mi agitado estómago reventase.
Y por el contrario con Logan, la única vez que había aprovechado para besarme, al igual que había hecho Harry ahora, yo le había negado rotundamente. A pesar del éxito y buena influencia, y sobre todo, atractivo de Logan, durante aquellos pasados segundos en que nuestros labios estuvieron en conexión, ninguna parte de mí había sentido nada… ni mariposas, ni siquiera cosquillas en los pies. Aunque las escena fuera similar a la que estaba viviendo ahora con Harry, se diferenciaba que tal vez sentía algo más fuerte hacía el batería. Sin contar las mariposas que en aquel momento parecían ser caníbales.

Fue Harry el que tomó el paso de separarnos. Noté como alejaba lentamente sus labios de los míos, frenando la intensificación y presión y aprovechando el tiempo para abrir forzadamente los ojos. Tal vez hubiese parado al no sentir colaboración mía, o tal vez había pasado más tiempo del que yo creía. Fuera lo que fuese, sentí una pesada agonía cuando se separó mí, y no tardé en sentirme intimidada cuando sus ojos azules intenso encontraron los míos.
Se notaba de sobra la tensión en el aire; Harry había colocado sus manos en los bolsillos del pantalón y se dedicaba a morderse el labio. Yo, por otra parte, le miraba cada dos por tres de reojo mientras intentaba hacerme la interesada en ver como los ruiseñores daban pequeños saltitos de por las ramas.
Fue Harry el que volvió a actuar primero:
                -Me parece que debería irme a casa ya. –Tal vez fueran alucinaciones mías, pero me pareció oír una pizca de gracia en su voz. –Ambos queremos estar solo, ¿me equivoco?
                -N…no. –Titubeé. Una vez más, la voz se me quebró al hacerse un incómodo nudo en la garganta.
Me sonrió. A pesar de la tensión y nervios, logró embozar una sonrisa. Sabía que estaba feliz, tal vez porque ya me había besado, pero me daba igual. Su felicidad era contagiosa y no tardé en imitar su sonrisa.
                -Bueno, me voy ya. Hasta luego. –Espetó mientras me daba la espalda, pero sin olvidarse de dedicarme otra sonrisa antes de irse.
Me quedé varios minutos allí plantada, viéndole desaparecer por el final de la calle mientras el sol del atardecer se posaba en su espalda y creaba una sombra mucho mayor de lo que era su cuerpo. Un bullicio se formó en mi mente, impidiéndome pensar con claridad. ¿Qué demonios había pasado minutos antes? ¿Y por qué no me había separado de Harry al igual que hice con Logan? O la más curiosa de todas, ¿por qué pensaba que aquello me había gustado?

……………

Apenas hube cerrado la puerta de la entrada, Tom apareció por el pasillo y no se detuvo a bombardearme con sus preguntas. No me molesté a contestarle al segundo. Cerré lo más cuidadosamente la puerta y me desplomé en el sofá. Aseguré que ni Debbie ni James estaban en la sala para empezar a contestar a todas.
                -¿Le has visto? ¿Quién es? ¿Qué ha pasado? ¡Por Dios Evelyn, contéstame!
                -Sí, le he visto. Le conoces, le conozco, y muy bien. –Susurré recordando lo que había vivido aquel día. –Ni siquiera podrías hacerte una idea de quién se trata.
                -¿Por qué? Dime quién es. –No pasaron muchos segundos hasta que una vez mas comprendió lo que me había sucedido. –¡Te ha besado!
                -¿Quieres no gritar? Lo que menos me gustaría es que mi padre se enterase de que me ha besado un chico. –Me enderecé en el sofá, recuperando la compostura y preparada para hablar. -¿Quién es el batería de tu grupo? –Siseé casi de forma inaudible.
                -No… -Condujo su mano derecha a la boca. Tal como esperaba, su cara era de incredulidad total. -¡No! ¿¡Harry!? –Desvié mis ojos a mis piernas entrelazadas, sin que fuera falta un asentimiento de mi parte. –Harry… ¡Claro! Por eso tantas preguntas.
                -¿Preguntas?
                -Lo hacía de forma discreta y disimulada, pero no me costaba cazarle. –Sonrió torcidamente. –Por ejemplo. Empezaba a preguntarle a Doug por su hermana Jazzie, pero no tardaba en cambiar de persona y preguntarme sobre ti. De ahí no daba fin al tema hasta que no le contaba todo sobre ti.
                -¿Todo sobre mí?
                -Sabe todo lo que yo sé. Tus hobbies, tus gustos, aficiones, lo que haces en tu tiempo libre, como eres y esas cosas. –Frunció el ceño pero manteniendo su sonrisa. –No se como se me pudo pasar por alto.
                -Yo tampoco… -Susurré sin decir nada más. James no tardó en aparecer por el salón.
Había que confesar una cosa de los últimos meses que llevaba viviendo en Harrow. Desde que papá se mudó, y a pesar de que no me haya fijado mucho en ese tema en concreto, si me había percatado; James me ignoraba bastante más que antes. Añoraba nuestras conversaciones sobre la sociedad, o simplemente las críticas hacía los profesores, amigos nuestros o personajes famosos. Había sustituido todo aquello, y incluyéndome a mí, por Debbie.
Sonreí tristemente al acordarme sobre este tema. Apenas teníamos conversación paterna, y tampoco lo tenía por raíces maternas. Mi madre Samantha apenas me había mandado emails poco alimentados y no muy interesados, y yo también, por mi parte, no me animaba mucho en contestarla con entusiasmo. 

sábado, 21 de abril de 2012

57.Obra del destino.




Le observé de arriba abajo. Mis pulmones habían comenzado a fallarme, sin permitirme coger el aire que en ese momento tanto necesitaba. Mis ojos no querían admitir lo que veían, y mi cabeza tampoco. ¡Esto es una simple coincidencia! Pensaba.
Pero no, sabía que no. La reacción de Harry al verme le había delatado por completo. Pero, ¿por qué? No había sentido que justamente él, mi buen amigo, estuviera enviándome flores. Aquello era totalmente descomunal.
Me giré, dándole la espalda. Clavé los ojos en las madres que salían del parque arrastrando los carros de sus hijos, algunos sentados en ellos y otros caminando a pie junto a ellas. Todo, a esa edad, es demasiado fácil.
Cerré los ojos con fuerza, intentando encontrar solución a la escena. Mi estómago parecía estrujarse por los nervios, no mejorando la situación. Pero dentro de él también estaban las famosas mariposillas, que parecían que tras su ausencia en el armario de escobas, habían dado a luz. Jamás había sentido tantas en mí.
Respiré hondo varios segundos, y me volví sobre mis talones. Tenía que plantar cara, a pesar de que en aquel momento no me fiaba de mi tez ni de cómo funcionaría mi voz. Sus ojos volvieron a encontrarme, pero aquella vez si descubrí la tristeza sumida en ellos. Los tenía débiles, y no lograba mantener la conexión visual más de varios segundos, clavándolos en mis pies. Un sentimiento de arrepiento me cautivó entera.
                -Lo.. lo siento mucho. –Titubeó, aún sin poder mirarme fijamente. –De verdad que no tenía pensado este momento… ¡Qué imbécil!
No pude contestarle. Quería gritarle que no era un imbécil, que no debía de pedirme disculpas. Quería darle las gracias, decirle que jamás nadie se había comportado tan bien y que nunca me había regalado flores, y menos aún, tan preciosas como me las había mandado él. Nadie, en su sano juicio, se había molestado en tratarme así. Y él había marcado con esos detalles un trozo de mi corazón.
                -No quería decirte quien era –Prosiguió, tal vez enderezándose un poco. –por si te defraudaba. –Hizo una mueca. -¡Y claro que te he defraudado!
                -No… -Siseé, casi sin voz. Carraspeé un poco hasta recuperarla. –No me has defraudado. ¡Joder! –Sonreí, sonreí sin saber como. –Harry, esto es lo más bonito que me han hecho, jamás me habían tratado así. No se por qué lo has hecho, pero gracias, gracias de verdad. Y justamente me las mandaste en el momento en que más lo necesitaba, me ayudaste a no pasarlo tan mal.
                -Por Dougie. –Concluyó él. Un nudo en mi garganta se formó, sin motivo que yo supiera. –No me preguntes por qué te las envié por qué entonces no podré evitar confesarlo. Llevo intentando captar tu atención, o averiguar un poco más de ti desde que te conocí, pero siempre los nervios acaban apareciendo cuando te hablo. Apenas me atrevo a empezar una conversación contigo, y cuando lo hago me cuesta proseguirla.
                -¿Por qué? –No pude evitar preguntar. Necesitaba saberlo, necesitaba entenderlo todo. –Por qué las flores, el nerviosismo que te llega cuando quieres hablarle. Por qué todo eso.
                -Por qué creo que me he enamorado de ti. –Espetó, obligando a salir a las palabras de su garganta. Su rostro adoptó un estado sombrío, tal vez presa de los nervios y pidiendo a la tierra que le tragase. –No me preguntes por qué. Es tu forma de ser, de posar simplemente tus ojos en mí, de que me hables, de que me sonrías. Todo esto –Volvió a mirar al suelo. –no sé por que lo siento. ¡Jamás una tía me había hecho sentir lo que tú has conseguido!
                -Yo… -Esta vez fui yo la que no podía hablar. –De.. debiste de decírmelo.
                -Sabía la respuesta y sigo sabiéndola. –Una triste sonrisa forzada apareció en su rostro. –Por eso te dije hoy que me fijé en como mirabas y actuabas cuando mirabas a Dougie. Eso me dolía, sabía que no tenía la mínima posibilidad. Hubiera sido en vano si te lo hubiera dicho. –Arqueó las cejas, con un tono de diversión. -¿Y que es lo único que se me ocurre? Mandarte flores de forma anónima. Sé que es humillante, pero ni quiera me hubiera atrevido a dártelas a mano.
Terminó allí. Mis palabras se había atragantado por toda mi garganta sin poder salir. Me estaba asfixiando. Ni siquiera podía cambiar de posición. Me costaba mirarle, ver como sus ojos se fijaban en los míos. Me sentía inferior, y una parte de mí dudaba en todas sus palabras, o simplemente no quería creérselas.
¿Enamorarse de mí? No tengo nada de especial a todas las demás chicas. Todo lo contrario. Soy una plaga para esa raza. No tiene sentido. No, no lo tiene.
Noté su impotencia a los pocos minutos de mi silencio. Se mordió el labio, y de pronto, alguien me estrujo impetuosamente el estómago. Espera, ¿aquello había sido normal? O no, no no y no. Tal vez aquel falso sentimiento que sentía por Doug estaba volviendo a reaparecer en Harry.
                -Será mejor que vuelva a Essex. Sé que ahora preferirías estar sola. –No se equivocaba. Tenía que pensar, abrasarme la cabeza haciéndolo. –Bueno… gracias por escucharme, y sobre todo por tus palabras. Espero que esto no afecte a nuestra amistad.
Una vez más, noté en su rostro la espera de mis palabras, pero de nuevo no me atreví a hablar. Reaccionando de alguna forma, solo logré sonreír. Era una estúpida.
Me devolvió la sonrisa, pero más abierta que la mía. Mostró su dentadura, pero en ella se reflejaban los nervios. Despegó la vista de mí y pareció fijarla en algún lugar del final de la calle. Él sol le golpeaba en los ojos, decorando su rostro y haciéndole entrecerrar sus párpados.
Levantó su mano en señal de despedida. Yo le imité, y supe que de alguna forma había parecido un poco idiota. Se giró dándome la espalda, dio unos cuantos pasos alejándose de mí pero no tardó en parar y volverse a girar. Esta vez se reflejaba indecisión en su rostro.         
                -Lo siento, pero es que… necesito hacer algo o se que me arrepentiré el resto de mi vida.
Fui a abrir la boca, intentando articular de que se trataba, pero pronto vi que se acercaba rápidamente hacía donde yo estaba. El corazón me dio un revuelvo de miedo tal vez, de nervios y de emoción. Estaba cerca, y cada vez más. Una sonrisa nerviosa se le escapaba por la comisura de sus labios, y sin darme cuenta, ya le encontraba casi apegado a mi cuerpo.
                Noté como de un segundo a otro, aferró mi rostro con delicadeza, y aún sin poder pensar con claridad, paró sus labios a escasos milímetro de los míos.
Mi respiración se había agitado, delatando mis mortíferos nervios. Su nariz estaba apegada a la mía, arrugándola y notando su respiración sobre mi rostro. Aquello, descartando los nervios y mis ganas de hundirme muerta de vergüenza en la tierra, era agradable. Sí, totalmente agradable.
Sin entender muy bien por qué, deseé que rompiera de una vez las distancias. Y como si me hubiera leído el pensamiento, así hizo. Cortó la poquísima distancia que nos separaba y definitivamente, apoyó energéticamente sus labios sobre los míos.
Fue cuando mi estómago pareció explotar dentro de mí.

viernes, 20 de abril de 2012

56.Rosas azules.




Cuando finalizaron las clases y volvimos mi madrastra, Tom y yo a casa, ni me molesté en esperar la llegada del cartero en mi habitación. Aguardé al timbre de la puerta en el recibidor, sentada sobre una silla bastante incómoda que simplemente estaba expuesta allí por decoración. La impaciencia me cautivó no muy tarde de cuando empecé a esperar, y pareció que no me ayudó a que el tiempo transcurriera de forma más deprisa.
De vez en cuando, Tom se pasaba por donde yo estaba para ver si llegaba. Al ver que no, regresaba a seguir tocando los acordes que inundaban toda la casa desde su habitación, con Marvin pisándole los talones.
Me exulté mientras el corazón me daba un revuelco cuando oí el timbre, que resonó más fuerte que nunca dentro de mis tímpanos. Me apresuré a abrir la puerta, y una vez más y tal como esperaba, el cartero con acné aguardaba en el umbral, sujetando esta vez una ramo de rosas… ¿azules?
Antes de que me entregara el pedido o de articular alguna palabra, se las arrebaté estupefacta de las manos. ¿Azules? Aquella era la primera vez que las había visto, y aseguro que son más impresionantes de lo que parecen.
Un suave resplandor parecía que salían de ella, y no me hizo falta palparlas para notar que eran de verdad. Desprendían un olor realmente agradable y apacible. Las hojas estaban tenuemente decoradas con gotas diminutas, que le daban un esplendor mayor del que ya poseían.
Pero aquella vez, las rosas nos venían solas. Enganchado con un cordoncito también azul, venía colgada una nota, manuscrita con una caligrafía no muy pulcra que digamos.
                 <<Me parece que este va a ser mi último pedido. Siento si te he puesto curiosidad por saber quien soy, pero me temo que no me desvelaré. Será lo mejor. Espero que estos ramos hayan sido de tu agrado.>>
Terminó con un denso pegote de tinta como punto final. Se notaba que había mantenido el bolígrafo suspendido allí durante varios segundos, dejando como rastro un gran borrón.
Noté como una vacío se formaba en mi pecho. No podía dejar escapar esta última oportunidad.
                -Y bueno, eché la firma aquí, como siempre y ya está. –Le obedecí, callada y con mi cara delatando mi situación. -¿Una mala noticia?
                -Ne… necesito saber quien me las mandaba. –Siseé volviendo a la realidad.
                -Lo siento, pero debo cumplir el deber. No puedo desvelar quien es.
                -Por favor, si pierdo esta oportunidad me quedaré sin saberlo. –Saqué de mi bolsillo del jean el billete que ya tenía preparado. Me iba a lucir, pero en aquella situación me daba igual. –Mire, ¿Verdad que está bien? Esto a cambio de que me diga quién es el emisor.
                -No conozco su nombre. –Dijo sin aportar mucha información, mientras aferraba con dos dedos el billete. No lo solté, necesitaba más. –Está bien. –Suspiró. –Me he fijado que todas las tardes, después de darme las flores para que se las entregue, camina un poco calle arriba hasta que llega al parque. –Señaló un poco más lejos, los diminutos columpios y árboles que se lograban diferenciar. –Creo que suele quedarse ahí. Solamente sé eso.
                -¿Y que aspecto tiene?
                -No lo sé, no me fijo mucho en mis clientes. Llegó a tener tantos al día que apenas me fijo en su rostro. –Finalmente, consiguió coger su billete de una vez.
No me detuve a poner el ramo a remojo. Corrí hasta dentro, depositándolo torpemente sobre la encimera y salí echa una bala de la casa. No pude ni siquiera alcanzar la manilla de la puerta para cerrarla, pero de eso ya se encargaría Tom. Pasando como una bala por delante del cartero, salí disparada calle arriba.
En varias ocasiones, debido a la gran velocidad a la que iba a mi falta de correr, había estado apunto de tropezar sobre mis mismas piernas y caer, pero de alguna forma logré mantener el equilibrio. Mi cuerpo se inclinaba peligrosamente hacía delante, arriesgándome de nuevo a ver mi cara caía violentamente sobre el asfalto, pero conseguí llegar hasta el parque.
Me paré allí, con los pies ya metidos en la arena mientras intentaba recuperar el aliento. El pecho me ardía de cansancio y notaba duros pinchazos en las costillas al respirar, pero me dio igual.
Desplacé por todo el casi desolado parque mi vista, intentando encontrar a alguien sospechosos. Madres, hijos, perros, más hijos, hasta que de pronto diferencié la espalda y cabello revuelto de una figura que no era similar a ninguna de aquel lugar.
Llevaba una camisa blanca, bastante nítida y el pelo le llegaba a rozar el cuello de esta. Parecía estar apoyado sobre sus propias piernas, y miraba a enfrente, sin proporcionarme una vista de su cara.
Un cosquilleo no muy desconocido para mí resurgió en mi estómago, y las mariposas que no solían despertar últimamente volvieron a resucitar. Aquel sentimiento volvía, y una vez más, sin conocer el rostro de esa persona que lograba despertarlas.
De alguna forma, supe que se trataba de él. El misterioso admirador que tenía, él que me había mandado en los pocos días tulipanes, orquídeas y rosas, preciosos ramos que no se encontraban expuestos en cualquier floristería.
Tragué saliva y de alguna forma, mis piernas comenzaron a acercarse a aquel banco, a su espalda. Seguía en el mismo ángulo, con la misma vista, y sin hacer mucho ruido. Cuando estuve lo suficiente cerca, supe que no estaba preparada para descubrirle. Pero era hoy o nunca. Ahora o jamás. Y tenía que tener agallas de hacerlo.
Mis piernas empezaron a caminar hasta el extremo del banco, sin despegar la vista de su nunca. Su cabello fue desapareciendo y su rostro, silueta de la nariz y labios resurgiendo, y entonces, pareció que en aquel momento mi estómago daba una fuerte explosión. Se me estrujaron los intestinos en cuanto descubrí sus ojos, fijados en los arbustos. Aquella mirada ya la había visto antes.
Mis hombros se crisparon en cuanto su mirada encontró la mía, junto a mi faceta boquiabierta y mi cara de asombro. No tardó en imitarla. Se levantó de golpe, fallándole un poco las piernas y con la vergüenza en la punta de la lengua. Un color rojizo no tardó en expandirse por toda su cara, pero sin afectarle a sus resaltantes ojos azules que no despegaba de los míos oscuros, tan abiertos como podía.
Harry Judd se mantenía a escasos metros de mí.

jueves, 19 de abril de 2012

55.Tal vez no haberse enamorado nunca.

No odien a Dougie, no es malo, simplemente que es un chico que le cuesta asegurar y comprender sus sentimientos. Muchísimas gracias por los comentarios <3





Me dirigí el último trozo de bocadillo del almuerzo a la boca, depositándomelo cuidadosamente y disfrutando del último otro del pan con salchicha.  Mientras masticaba con delicadeza, me encargué de hacer una pequeña y resistente bola con el papel albal. Levanté una vez más indiscretamente mis ojos al oír su risa.
Dougie mantenía una animada conversación con Katherine.
Aunque sabía que tenía el don de clavar mi mirada y desvelar su presencia cuando me quedaba mirando fijamente a alguien, aquella vez me trajo sin cuidado encontrarme con los ojos de aquel chico.
Tal como esperaba, sus pupilas rodeadas del intenso y resaltante azul marino no tardaron en posarse en mis oscuros ojos. Una mezcla de exasperación se formó en mi interior, no pude evitar evocar los buenos momentos que habíamos vivido, aunque fueran a través de una pantalla.
No podría describir exactamente lo que quería decir su mirada: Tal vez notara una mueca de compasión y arrepentimiento, o tal vez solo era producto de mi imaginación. Frunció levemente el entrecejo, y no tardó en romper la conexión visual, cabizbajando mientras su sonrisa desaparecía de su rostro.
Roté mis ojos hacía la amiga que parecía contar una divertida y reciente anécdota.
                -… al principio mi hermano se lo tomó como un juego, y le seguí el rollo, hasta que comenzó a atestarle violentos golpes a la pobre lagartija. –negaba con la cabeza. –Tuve que ponerme en medio para que no la dejara sin vida.
                -¿Pero que clase de animal es tu hermano? –Exasperó Dougie, provocando un pequeño respingo en mi estómago. Claro, él era el señor de las lagartijas, él era Mr.Lizard. -¿Luego que paso con la lagartija? ¿La acabó de matar?
                -¿Crees que dejaría que matara a una indefensa lagartija? –El rubio arqueó una ceja. -¡Jamás! Son animales demasiado… -Pareció no encontrar las palabras. –especiales, supongo, como para que mueran decapitados por un vaso de cristal a manos de un niño de no más de doce años.
                -Gracias a Dios. Ahora con un poco de suerte no se topará con muchacho como tu hermano.
                -Lo tengo en casa aún, aunque me temo que tendré que liberarlo. -Su cara adoptó una faceta mohína. –Mis padres no me dejan tenerlo en casa… ¡y menos en una caja de zapatos!
                -¿Pero como puedes darle hogar ahí? –Resaltó la ronca voz de Harry. –Para liberarlo, dáselo a Dougie. Seguro que tiene aún algún hueco en su nido de lagartijas.
                -¿Tienes lagartijas como mascotas? –Preguntó Holly. Éste asintió. -¡Qué guay! Siempre he querido tener uno, pero me parece que a mi padres, mayoritariamente a mi madre no le hace mucha gracia la idea.
                -Sí quieres y no quieres liberarlo ,podría cuidar a tu lagartija. Podrías venir siempre que quisieras a verlo.        
                -¿De verdad harías eso? –Los ojos de ella centellaron esperanzada. La mirada de Doug confirmaba su esperada respuesta. -¡Muchas gracias Dougie! Por cierto, se llama Sacapuntas.
                -¿Sacapuntas? –Carcajearon Tom y Brooke al unísono. No pude evitar unirme.
                -Siempre quise tener una mascota y llamarla Sacapuntas. –Informó Holly. Luego, se volvió de nuevo hacía su receptor. -¿Le mantendrías el nombre?
                -Desde luego. –Sonrió, mostrando su perfecta hilera de dientes. Mierda, no sonrías. -¡Me parece uno de los mejores nombres que he oído!
Y allí fue donde dí por concluido mi atención a la conversación. Todos, un día más, nos habíamos apretujado en nuestra mesa, rodeada de las atestadas otras mesas del comedor. Apenas quedaban unos minutos para finalizar la hora del almuerzo, y con ello daría comienzo otra clase de Física y Química. ¡Genial! Una de las peores asignaturas que siempre había sido mi punto débil.
Fue en aquel momento cuando me dí cuenta del punzante y permanente dolor que tenía en las costillas. Me giré para ver de que se trataba, y descubrí el codo de mi amiga Giovanna clavándose en mis costillas. Al parecer, ella no se daba cuenta.
Discretamente, me alejé un poco de ella zafándome de su punzante codo y me apegué un poco más a mi compañero de la derecha. Fue entonces cuando me di cuenta que en todo aquel momento había estado al lado de Harry, siéndole indiferente todo el tiempo.
Me había quedado mirándole y mi cadera se mantenía apegada a la suya, pues hasta yo podía notar lo apretujados que estábamos en aquel momento. Me replanteé una vez más que deberíamos dividirnos en dos mesas, pues en una sola apenas nos sobraba oxígeno.
Él despegó sus resaltantes ojos azules que tanto conocía ya y los posó sobre los míos. Sonreí para mis adentro, mientras el me dedicaba una amplia sonrisa de oreja a oreja, tan cordial y amable como siempre.
                -Giovanna me estaba matando del dolor. No se percataba, pero tenía su codo justamente clavado en mis costillas y el dolor era infernal . –Le susurré para excusarme.
                -Gio tiene la facilidad de clavar huesos haya donde te toqué. –Levantó rápidamente las cejas. –No se como se las ingenia, pero ya me ha hecho pasar algún que otro doloroso momento.
Le sonreí y volteé mi cabeza para fingir seguir prestando atención. Apenas oía la voz de Dougie, está se colaba en mi cabeza y me hacía recordar momentos suyos. Una vez más, aquel vacío en el pecho me envolvió.
                -¿Estás enfadada con Doug? –Volvió a susurrar Harry, captando de nuevo mi atención. –Lo digo por la forma en que le miras, y como te miraba el antes… -Notaba el doble sentido en su frase, y tal vez una mueca de lástima. No contesté a la primera, ideando la frase correcta para contestarle. –Si no te apetece hablar de esto, lo entiendo perfectamente.
                -No te preocupes, no es problema. –Dije sonriéndole. Sinceramente, no me apetecía mucho revivir recuerdos del pasado. –Sí,supongo que estoy enfadada con él.
                -¿Por qué?
                -Es una larga historia. –Le miré intentando evitar el tema, pero de alguna forma, logró sacarme ganas del lugar más desolado de mi cuerpo y le conté toda la historia, descartando algún que otro momento embarazoso  y resumiéndoselo de la forma mas breve posible. -…no me esperaba que él fuera así.
                -Oh. –Fue lo único que logró articular nada más terminé. Se quedó varios segundos así, en suspense, mientras la incomodidad rondaba por el ambiente. –No te preocupes por Doug, le cuesta abrirse a relaciones. Si.. si tu quieres yo podría hablar con él… -Sugerió, no muy convencido de querer hacerlo, quizá.
                -¿Crees de verdad que yo quisiera tener una relación con Doug?
                -¿No te gusta? –Alcé las cejas. –Ha.. hace tiempo que me fije en eso. Se descubre fácilmente por la form…
                -De mirarle, ¿no?
                -No, de voltear enseguida la cabeza cuando habla. –Carcajeó. –Siempre que abría la boca, tu cabeza parecía un rayo girándose para verle y escucharle.
                -Puede que creyera que me gustaba, pero después de lo que pasó, me he convencido de que no. –Me encogí de hombros. –Supongo que el amor aún no ha llegado a mi puerta.
                -¿Jamás te has enamorado?
                -Me parece que no.
                -¿Por nadie,  nadie?
                -Nadie.
Y allí dejamos la conversación nada más el timbre resonó por todo el comedor. En un abrir y cerrar de ojo, la muchedumbre se había levantado impetuosamente y nos empujaba de nuevo hacía el pasillo. Le dediqué una sonrisa embarazosa como señal de despedida, mientras el me imitaba, salvo tal vez de una forma un poco mohíno.
De alguna forma me las ingenié para apegarme a su espalda mientras era arrastrada entre cabezas y cuerpos hacía el pasillo. Una vez fuera, fue cuando perdí de vista a todos mis amigos.

martes, 17 de abril de 2012

54.Orquídeas blancas.

IM SORRY, EXAMENES, EXAMENES EVERYWHERE.




Y por fín, después de unos interminables pasos que parecía que no terminaran nunca, noté el cerrojo giró y de un momento a otro, la luz que se colaba por las cercanas ventanas me cegaron los ojos.
Y allí estaba Brooke, con una gran sonrisa, pero que no tardó a quitarla nada más vio nuestros rostros, seguramente, peor que los de unos muertos vivientes. Luego, su mirada se dirigió al suelo, donde se arrodilló para coger mi móvil y me lo tendió en la mano.
            -No.. no ha ido bien. –Dedujo. ¡Una premio para ella!
            -Brooke, te agradecería que no volvieras a intentar montar quedadas con nadie. No sirven para nada. –Comentó Dougie mientras salía él primero del cuarto y empezaba a alejarse. –Hasta luego. –Espetó con descaro mientras le dedicaba la mayor mirada de odio que podía hacer a su nuca.
            -¡Espera Dougie, qué pasó! –Le gritó, pero éste desapareció por la esquina. Luego, al no haber obtenido contestación, desvió su cara hacía mí. –La he estropeado, ¿Verdad? ¡Lo siento mucho, Eve! –Sollozó mientras se paraba gran parte de su rostro con las manos y el cabello rubio le escondían sus ojos verdes.
            -Tranquilízate. –Le susurré dándole unas palmaditas en las espaldas pero sin mucho ánimo. –Casi mejor así. ¡No sé ni como pude llegar a colarme por él!
            -Pero si no hubiera hecho todo esto, tal vez ahora estuvierais juntos o…
            -Esto me ha servido como repuesta para saber que no estoy enamorada de Dougie, además de que tarde o temprano tendría que haber ocurrido. –Empecé a caminar, mientras recordaba lo ocurrido y cara adoptaba facetas de repugnancia. -¡Y decía que no le defraudaría! Si supieras cual fue su reacción y cara cuando por fin vio mi cara…
            -No te preocupes, Eve. Hay millones y millones de hombres más aparte de Dougie, seguro que encuentras al adecuado.
            -Llevo toda la vida dudando de él, y ahora cuando creía que tal vez podría haber dado con él, no solo descubro que no sentía lo que realmente he deseado siempre sentir, si no que me ha hecho dudar de la existencia de ese prototipo.
            -¿Y cómo debería ser ese prototipo perfecto, Evelyn? –Me preguntó con tono de gracia, mientras me reconfortaba y me abrazaba por la cintura.
            -Ni yo lo sé, ni yo lo sé. –Susurré apoyándome sobre su hombro y saliendo del edificio.
Sin duda, notaba la pesadumbre de mi pecho y aún su contenida rabia que acumulaba por culpa de Dougie, quien no abandonaba aún mis pensamientos, intentando recordar lo que había sentido por él siquiera un día atrás. ¿De verdad no había sabido reconocer ese sentimiento tan falso antes?


Cuando ambas llegamos por fin a casa, Tom ya nos esperaba en el umbral. Tenía dibujada una sonrisa, mientras sostenía en su regazo a Marvin, quien se dedicaba a resistir la tentación de cerrar los ojos y no cesaba su ronroneo. Mi hermanastro quitó inmediatamente la sonrisa cuando, acercándome a él cabizbaja, le negaba con la cabeza.
            -¿No ha aparecido? –Preguntó dejando a su gato en el suelo y entrando a casa.
            -Oh, sí que a aparecido, y ya sabe con soy yo. –Dicho esto, proseguí mi relato, describiendo cada situación y reacción conforme se vivió. –Tenías razón sobre Dougie. No.. no sabía lo que realmente sentía por él.
            -Considera como ventaja de no haberte enamorado que ahora no tendrás que sufrir, -Frunció el ceño. –tanto. –Esperó a que habláramos algunas de las dos, pero yo simplemente me apoyé sobre la fría pared alisada, observando los cordones de Tom. –Por cierto, han vuelto a traer una cosa para ti.
Levanté de nuevo la vista, frunciendo el entrecejo. Tal como había supuesto, un ramo de flores descansaba en la encimera de la cocina.
Me acerqué a él y de nuevo, busqué entre las flores alguna nota que me desvelara al autor. Nada.
Aquella vez el anónimo había sustituido los tulipanes por orquídeas, preciosas orquídeas rebosantes de color.
Me quedé allí parada, sonriendo sin dejar de prestarles atención. Al parecer había alguien en el mundo que me apreciaba, y se dedicaba a mandarme a escondidas flores.
            -¿De quién son? –Preguntó la voz de Brooke acercándose a ellas y manosearlas.
            -No lo sabemos quien es el remitente; no se desvela. –Habló Tom aún sellado en el mismo lugar de antes. –Las manda desde ayer, y las trae el chico del correo. Según he averiguado hoy, -me giré para verle. Él me dedicaba una sonrisa victoriana. –el anónima se las da minutos antes. Mientras viene y me las entrega, el misterioso ya se ha ido. –Arqueó las cejas. –Me acabó de sentir detective, ¿es algo nor…?
            -¿Y ya está? –Mi amiga carcajeó. –Pues aprovechad y sobornarle un poco al cartero para que os diga por donde o donde ha ido. Luego, le seguis y averiguáis quien es.           
            -No pienso volver a picar en uno de tus planes. –Aseguré alzando las manos. –Mira lo que ha pasado la última vez.
            -¿Pero esta vez que peligro hay? Además, las posibilidades de dar con él son remotas. Desde que da las flores hasta que se marcha, se mezclará con multitud de gente de Harrow.
            -Pues no es tan mala idea. –Opinó Tom, asintiendo. -¿Por qué no intentarlo?
            -Ya acabará desvelando quien es.
            -No creo. Si no ha dado indicios de quien es por ahora, dudo bastante que lo haga después. –Le levanté una ceja. –Siempre pasa en las películas. O tomas las riendas, o te olvidas de saber quien es.
Miré a ambos. Sus caras delataban la aprobación del plan y esperaban la mía también. Suspiré resignada. ¿Por qué no intentarlo? No podía perder nada más. Las personas que más apreciaban, por ahora, no corrían peligro de daño de relación, así que por arriesgarse un poco quizás podría llegar a ser divertido e interesante.
            -Está bien. Mañana le seguimos el rastro.

viernes, 13 de abril de 2012

53.Solamente fue éxtasis.

Hiyaa! Siento no haber actualizado desde hace días, pero i’m sorry, no me encontraba nada bien, además de que la inspiración no se había molestado en visitarme, pero aquí tienen, aunque sea cortito D: I hope you like, goodbye J




Gracias también a mi pésima suerte, el móvil cayó boca arriba, provocando que los rayos de luz que emitía en medio de la oscuridad no solo deslumbrara nuestros cuerpos, si no también nuestros rostro.
Aún conservaba los ojos apretados con fuerza, mientras mis manos retorcían el final de mí camisa. Me dedicaba a escuchar su respiración, unida a la mía y que ambas conseguían hacer alguna orquesta de viento en aquella pequeña habitación.
Juré no hablar. Me daba igual si él lo hacía, no le iba a prestar atención. Seguramente, si me molestaba en escucharle o simplemente en arrepentirme, mi puño se descontrolaría y se estrellaría contra su moflete. Ahora estaba completamente segura de que, en las últimas semanas, lo que había sentido hacía Dougie era éxtasis y emoción por conocerle, o simplemente por lo que siempre había soñado desde pequeña y que en aquel momento me aseguré de que jamás pasaría: una historia de amor, tan maravillosa e imposible como pintaban en las películas. ¡Dichosas películas!
            -¿¡Por qué no me habías dicho que eras tú!? –Gritó en un susurro la voz de Dougie, mientras intentaba profanar la barrera que había hecho en mis tímpanos para no escucharle. –Dios Evelyn, ¡justamente tú, justamente! Te he contado cientos de cosas sobre Weird, cosas que no quería que ella se enterase, y resulta que ahora eres tú ella. ¡Haberme avisado!
            -Oh si, claro que sí, muy ingenioso. –Empecé a despertar mi voz, sin disimular mi furia en ella. –Tan sencillo como cogerte un día y decirte. ¡Hola Dougie! ¿Cómo estás? Espero que bien, ¡Ah! ¿Sabes una cosilla de nada? ¡Qué yo soy Weird! –Abrí por fin los ojos, encontrándome con los suyos, los cuales eran en aquel momento como mirar al mar: Celestes oscuros, cristalizados y húmedos. –Dougie, ¡joder! Eres un imbécil de mierda, ¡sí, imbécil! No sé como me llegué a creerme que podrías haberme aceptado sabiendo quien soy, ¿qué pasa? ¿Te parezco un prototipo de mujer muy baja para ti? Ya se perfectamente que no soy lo que ningún hombre desea ni prefiere, ¡pero no hace falta que vengas tú ahora para reprochármelo! –Apreté mis dientes con fuerza, haciéndolos rechinar. -¡Te odio, te odio por hacerme creer algo más de lo que no soy y darme una patada ahora! –Le atesté un golpe en el pecho, tan fuerte como pude, pero él apenas no se movió. Mis ojos empezaron a desbordarse de lágrimas, quitándome toda la fuerza de mis músculos. –Déjame irme, por favor… -Acabé en un susurro, arrinconándome en un pequeño rincón del cuarto.
Y allí cesó nuestra conversación. Volví a sumergir mi mirada en la oscuridad, sin preocuparme de lo que expresaba el rostro del viejo Lizard. Noté en varios momentos su mirada sobre la mía, pero pasé completamente indiferente.
Así mantuvimos durante el tiempo que transcurrió hasta que empezamos a diferenciar los pequeños e inconfundibles tacones de Brooke acercarse a donde estábamos. Rodeados de un silencio increíblemente incómodo, pero sin ningunas ganas de parte de los dos, confiaba, de hablar.

………………..

La extrovertida silueta de Brooke salió disparada como una bala de las grandes puertas del edificio, irradiando felicidad junto a una gran sonrisa dibujada en su rostro. Recorrió medio campus, hasta que un poco más alejada de ella y acercándose en dirección contrario, reconoció la delgada figura de un chaval.
            -¡Harry! –Gritó a pulmón abierto, empezando a correr hacía él, sin retirar su sonrisa. -¿Qué haces aquí?
            -¿Brooke? –Arrugó el entrecejo. –Oh, em, he venido a recoger un libro que se me había olvidado en la taquilla. –Arqueó las cejas, observando la dentadura que no quitaba su amiga. -¿Y tú? ¿Te ha sucedido algo tan tan bueno que no vas a poder evitar contármelo?
            -¡Mejor! –Aplaudió, sin poder contener su emoción. –Bueno, no es por mí, es por Eve. –Los ojos del batería se entornaron, prestando más atención al tema. –Verás, es una larga historia. Eve desde hace mucho tiempo tiene  un ciberamigo, y en el baile llegaron a besarse. –El tamaño de los ojos de Harry aumentaron un poco, impactado de la historia. –Y ella, antes de que describiera él quien era, se fue. Así que hoy han vuelto a quedar, ¡y los he encerrado en un cuarto de escobas! –Sofocó un gritito. –¿Pero a que no sabes quién es él?
            -Dougie. –Espetó sin la mayor mueca de felicidad. –Nos ha llegado a contar a Tom, Danny y ami esa misma historia del baile, y lo de la ciberamiga incontables veces. –Desvió sus ojos al pasto, envolviéndose en sus pensamientos. –Entonces… ¿A Evelyn le gusta Dougie?
            -Por lo que parece sí.
            -Oh, ¿y dices que están encerrado en un cuarto de… escobas? –Fingió una sonrisita que pronto volvió a desaparecer.
            -¡Así es! ¿No es magnífico? Eso sí, ¡No sabes lo que me ha costado meterles! Por los pelos.
            -Oh sí, es genial.
            -¿Te encuentras bien, Harry? –Formuló Brooke retirando de una vez su sonrisa.
            -A, sí, es que me acabo de acordar que no solo me había olvidado de un libro. –Achicó sus ojos intentando calmar la situación. –Bueno, mejor no pierdo más tiempo, luego nos vemos.
Y así volvió a dirigirse de nuevo al edificio, pero esta vez con su amigo el bajista y su respectiva compañera en la mente.

martes, 10 de abril de 2012

52.Móvil caído al suelo.




Me mantuve sin respirar unos pocos segundos, muerta de nervios mientras se formaba un doloroso nudo en mi estómago. Respiré lo más despacio e inaudible que pude, sin atrever siquiera a maldecir a Brooke. Me extrañé que los latidos de mi corazón no lograran escucharse en todo aquel silencio.
                -Bueno parejita, -habló mi amiga a la otra parte, donde pude diferenciar la risa de su voz. –volveré en una hora, y si no queréis meteros en un aprieto, no hagáis mucho ruido. –Noté el doble sentido de la frase, mientras cerraba con fuerza los ojos.
Nada más terminó de hablar, se escucharon sin dificultades de sus pasos delatando su abandono. Me percaté que aún estaba de espaldas a Dougie, en medio de la oscuridad y apoyada sobre su pecho. No me atrevía ni a mover un dedo siquiera, presa de la vergüenza.
                -¿Weird? –Su voz se quebró durante el camino, delatando también a sus nervios.
                -Hola Lizard. –Susurré con un hilo de voz, pero que se escuchó a la perfección debido al gran silencio que nos rodeaba.
                -¿Tú sabias que Brooke iba a hacer esto?
                -Ni siquiera me lo comentó.
                -¿Puedes hacerme un favor? –No contesté. Mis nervios me impedían siquiera contestar ni moverme, y una inseguridad se apoderó de mí esperando que prosiguiera. -¿Puedes darte la vuelta? –Siseó mientras se le escapaba una suave carcajada.
Imité su carcajada, llena de vergüenza y ridículo. ¡Qué estúpida había parecido! A pesar de que estábamos en medio de la oscuridad y apenas hablando, ambos seguíamos notando que estábamos de espaldas.
A pesar de mis nervios y petrificación, logré darme la vuelta lentamente, haciendo que mi agitada respiración chocara contra su pecho y me la devolviera. Un poco más arriba, notaba el aire que expulsaba de sus pulmones golpear contra mi frente. Deduje por su forma de respirar, que estaba tranquilo. Pero, ¿cómo demonios lo lograba estar? De pronto, todo aquel manojo de ideas se disperso de mi mente cuando noté su mano rozar mi mentón con delicadeza, el cual fue ascendiendo, repasando mis labios, nariz e incluso como se puso a detallar la silueta de mis cejas y ojos. Los cerré con presión, intentando disminuir los nervios, pero de poco sirvió.
                -No hagas fuerza. –Me susurró contra mi oído.
Le obedecí. Los dejé muertos, y no tardé en volver a notar sus dedos y piel rozando mis párpados. A pesar de que era un matojo de nervios en aquel momento y las piernas y brazos me temblaban como nunca, no había llegado a despertarse ninguna de las mariposillas que solían dormir en mi estómago.
                -¿Te conozco? –Volvió ha hablar, mientras notaba sus labios moverse en mi frente.
                -Sí.
                -Brooke debería de haber pensando que con tanta oscuridad es algo imposible llegar a vernos.             
                -Casi mejor así. –Susurré en un tono de voz que ni siquiera yo era capaz de oír. –No te voy a gus…
                -¿Tienes algún móvil? –Me interrumpió.
                -Yo, em.. sí, si que tengo. –Balbuceé mientras mis nervios regresaban.
                -Sácalo, por favor. Ilumina un poco la estancia, lo suficiente para ver tu rostro.
                -De acuerdo, pero de verdad que te llevarás un disgusto en cuanto descubras quien soy..
                -Weird, cállate. No te puedo asegurar cual será mi reacción, pero sé que no me defraudarás. –Dijo mientras su voz de acercaba cada vez más. Se aproximaba hacía mí.
No pude llegar a contestar, aunque ni lo hubiera hecho. Nada más acabó de hablar, noté que alguna mano suya me aferró suavemente por la barbilla, obligándome a levantar mi rostro hacía arriba. No veía absolutamente nada, tan solo oscuridad, pero ya me preparé para cerrar los ojos. Su respiración fue acercándose cada vez más a mi rostro mientras se me formaba un nudo en la garganta.
                -A.. antes de que vea quien eres, quiero probar una cosa. –Susurró justo a unos pequeños centímetros, o quizá milímetros de mi cara.
De nuevo, no me molesté en contestarle. Tan pronto como terminó de hablar, noté como nuestras narices se chocaban, seguido de unas risas de parte de ambos. Luego, tras un eterno silencio de dudas, por fin, volví a notar sus labios sobre los míos.
Esperé a que mi estómago despertara, pero en ningún momento llegué a notar las mariposas que despertaron en el baile. En ningún momento.
Fue aumentando la intensidad, y no tardé en notar un pequeño frenesí de su parte. Yo, al contrario, arrugué el ceño. Aquello no estaba resultando tan maravilloso como lo creía, y no había magia a mi alrededor. Todo lo contrario; quería que parara ya.
Y busqué la forma más disimulada de hacerlo. Coloqué sobre su pecho mis manos que se habían mantenido aferradas a su espalda y le separé muy lentamente. Cuando por fin separó sus labios de los míos y logré recuperar el aire que me faltaba, un gran confort me cautivó. No sabía por que, pero Lizard ya no era el príncipe azul que había soñado siempre.
                -Tú.. tú móvil. –Balbuceó, entrecortándose con las palabras.
Tenía miedo, nervios, cualquier sentimiento que lograba paralizarme, pero luché contra mi fuerza de voluntad y lo saqué de mi bolsillo. Lo mantuve unos segundos aferrado con mis manos, mientras dudaba en como sería su reacción. Fuera como fuese, tenía el presentimiento de que no me iba a satisfacer.
Volví la pantalla hacía abajo, señalando al suelo y lo desbloqueé. Pronto se iluminaron sus desgastadas vans y mis converse.
                -Me gustan tus zapatillas. –Susurró contra mi pelo, y a pesar de la oscuridad, noté su sonrisa.
Mis manos pronto se vieron aferradas por las suyas. Me las acarició varios segundos, hasta que me despojó de mi móvil. Tardó varios segundos en reaccionar, pero logró girar el móvil, haciendo que un gran destello de luz me hiriera los ojos y me hiciera entrecerrarlos.
Pude notar como su cabeza también estaba cabizbaja. Dudé muerta de nervios en levantarla, pero en cuanto noté su movimiento, le seguí. Tan pronto como mis ojos castaños-verdes encontraron los suyos azules, el móvil se cayó de sus manos.
Primera mala impresión, seguida de que su respiración empezaba a agitarse. Mis ojos se humedecieron, cerrándolos con presión y pidiendo a la tierra que me tragase. Todo estaba empezando fatal.
                -Tú… e.. eres Eve. –Espetó con un tono asustado, o quizá disgustado o sorprendido.
Noté como se separó todos aquellos centímetros que él había formado, y dejando de lado todo mi disgusto, tristeza, agonía y pesadumbre, sentí ira, ira incondicional hacía él.