Jamás desde que había llegado
a Inglaterra había tenido la mínima pizca de curiosidad por visitar el London
Eye. Opinaba que era como otra noria cualquiera; vistas desde cierta altura,
sin mucho que ver que no hayas visto ya desde fotos y una primera reacción
deslumbrante, pero las demás ya aburridas.
Pero para nada era así el
London Eye.
Me subí sin mucho entusiasmo
a la noria. Tardó varios minutos en ponerse en marcha, mientras esperaba
sentada y mirando a través de la ventana. Miles de pensamientos e indecisiones
me ahogaban como para poder entretenerme con una singular vista.
La noria fue cogiendo altura,
mientras yo le era indiferente a las fascinaciones de mis amigos. Cerré los
ojos para intentar concentrarme, nada de mis amontonados problemas lograron
resolverse. Me mantuve varios segundos así, relajada, hasta que oí a alguien
hablarme.
-No es buen momento para echar una cabezada, Evelyn.
–Masculló la voz de Harry a mi lado. -¿Qué tal si abres los ojos y aprecias un
poco el paisaje.
Y como si me lo hubiera
pedido caso, obedecí sin rechistar. Mis párpados volvieron a abrirse dejando
que mis pupilas vieran lo que tenía delante. Y comprendí las seguidas
fascinaciones de la gente.
Delante mía se extendía la
increíble ciudad de Londres. El big ben no resultaba tan grande desde la altura
que habíamos cogido, y incluso las gaviotas y demás pájaros volaban a nuestra
altura. Deseé poder llegar a la altura de las nubes, estirar la mano y poder
averiguar de una vez como era el tacto del algodón esponjoso y blanco que
residía en el cielo, pero no, por desgracia el London eye no llegaba a tanto.
No me importó. Me mantuve
boquiabierta y callada, observando con fascinación lo que se extendía debajo
mía. Una de las ciudades más hermosas que jamás había visto ni vería parecía
decirme hola desde todas partes.
-¿Te gusta? –Resonó de nuevo su voz, esta vez con una
pizca de gracias.
Dios, es precioso. –Me costó despegar la vista, pero
cuando lo hice miré a Harry confusa. -¿Alguna vez te habías subido antes?
-Sí, un par de veces. Pero jamás me canso de hacerlo.
–Sus ojos azules parecían centellar aún mas con el reflejo azul del cielo y las
nubes blancas. –Es algo que no se puede ver desde ningún edificio de la ciudad.
-Creía –Hablé despegando la vista de él y mirando a
través de la ventana. –que estar y subirse en esta noria sería algo patético y
me haría perder el tiempo, pero no, absolutamente que no. –Sonreí para mi
misma. –Me hubiera perdido todo esto si no hubiera sido por ti.
-Sabría que te gustaría. –Mencionó embozando una
sonrisa y sentándose a mi lado. –Tal vez no lo parezca, pero te conozco más de
lo que crees.
Le sonreí. Un sentimiento de
pesadumbre me recorrió entera, sin saber porqué. La faceta de Harry, a pesar de
que sonría desforzadamente y la felicidad llegaba a sus ojos, irradiaba
tristeza. Tal vez la misma tristeza que sentía yo, pero ¿qué era?
-Gracias. –Siseé, rendida de intentar resistir la
tentación de decírselo.
-¿Por qué? –Susurró, tal vez para que nadie nos
oyera. Frunció el entrecejo mientras expresaba curiosidad.
-Por ser como eres. Por no alejarte de mi incluso
cuando pasó… -Se me quebró la voz. La palabra correcta era –rechazo-, pero yo
no quería haberle rechazado. ¿Por qué todas estas dudas? -…lo del otro día.
–Forcé una sonrisa. –Por haberme apoyado y ayudado siempre, sacarme una sonrisa
en el peor momento, por escucharme, entenderme, darme esperanzas en el último
momento. –Hubiera podido estar horas y horas adulándome, pero Harry me
interrumpió.
-No tienes porque darme las gracias. –Noté como me
rodeaba del hombro por un brazo. Hundí mi cabeza en su cuello mientras
aprovechaba inhalar su fragancia, aquella dulce fragancia que él solo poseía.
–Soy así contigo porque te lo mereces. No podría tratarme mal o ignorarte,
simplemente no podría. Al contrario; gracias a ti por comportarte tan bien
conmigo.
-¿Bien? –Carcajeé sarcásticamente. –Digamos que no
estoy satisfecha por como te traté. –Me costaba hablar. La voz se me iba por
otro sitio, negándose a salir. –Sé lo que has llegado a poder sentir, ya me
entiendes, y no es nada agradable.
-Tú no te has comportado como Dougie. –Aseguró el con
total confianza, levantando la cabeza para susurrarme al oído. –Doug al
principio le costó admitir quien eras, y se comportó mal. Tú, en ningún momento
por ahora lo has hecho. Todo lo contrario; pareces incómoda cuando me acerco a
ti.
-Me entra vergüenza. –Reí, mientras el aire que
soltaba de mis pulmones rebotaba en su camisa. –Me corto; me siento culpable.
-No lo hagas; comprendo la situación, y a pesar de tu
rechazo, quiero seguir manteniendo tu amistad.
No volví ha hablar. Permanecí
sumergida en el cuello de su camisa, mientras me dedicaba a observa maravillada
el paisaje. El London Eye daba vueltas y más vueltas, preciosas vueltas que se
me pasaron volando por el tiempo.
De vez en cuando, ladeaba un
poco la cabeza para inspeccionar a los demás. Alguna que otra vez me encontraba
con la mirada de Dougie, pero este no me miraba con pesadumbre, sino una
muestra de felicidad se asomaba por el rabillo de la comisura de sus labios. Le
devolví la sonrisa, feliz de que todo respecto a lo que pasó, se hubiera
arreglado.
Todo parecía ir a la
perfección. Apenas quedaban segundos para que la noria parase y nos diera
permiso para bajar. Aún permanecía apoyada sobre Harry, notando su brazo
rozarme y las mariposillas revoloteando por mi estómago, hasta que una voz de
pito y una cabellera larga y pelirroja resonó cerca nuestra. Despertó mis
recuerdos, sus criticas que me habían dicho y un infame sentimiento de celos me
recorrió entera.
-¿Harry Judd? –Mencionó la chica de ojos verdes que
miraba a mi compañero con fascinación, ignorándome. -¡Cuánto tiempo! Estás muy
cambiado, muy… encantador. –Sus ojos se toparon conmigo, fulminantes y
horribles.
Me separé de él tan rápido como
pude. Harry pareció no comprender mi rápida reacción, pero no le dio mucho
tiempo. Saludó a la chica que le había hablado, a ella, a la que tan poco me
fiaba.
-Oh, hola Anne.
Anne Grint me inspeccionaba de forma altiva con la mirada.