51.Cuarto de escobas.

Me pasé gran parte de la noche del lunes y la mañana del martes pensando quien hubiera podido mandarme aquellas flores, aunque no encontré respuesta alguna, ni sospechas. Solamente la posibilidad de que el cartero hubiera podido equivocarse de puerta.

Durante aquel martes por la mañana, solamente tuve que verme el pelo con Dougie a la hora del almuerzo y comida, y por suerte, se mantuvo lo bastante alejado de mí. Notaba por su expresión que estaba nervioso, pues apenas hablaba y no solía gastar sus bromas absurdas.

La tarde cayó en picado, haciendo que mis nervios brotaran como fuego en un barril de gasolina.

Teníamos nuestra quedada dentro del edificio de la universidad, pues los martes por la tarde, algunos alumnos tenían la posibilidad de quedarse en la biblioteca para estudiar. Yo, por otra parte, nos habíamos citado en uno de los pasillos, junto al aula de matemáticas, en apenas veinte minutos, y restando.

Había convencido a Brooke de que me acompañara aquella tarde, por lo menos, hasta que Lizard llegara. Los pasillos estaban completamente abandonados, y por suerte, la luz del día aun rondaba por allí, quitándome cualquier idea de terror, solamente la de Dougie cruzando la esquina.

Mi cara hubiera sido un poema si me la pudiera ver, pues ya de por si, me mantenía apoyada junto a las taquillas, mordiéndome las uñas y seguramente, con cara de pánico. Brooke, por otra parte, tatareaba alguna canción alegre, lo que hacía ponerme aún más nerviosas.

                -No puedo más, Brooke. –Declaré mientras me separaba de la taquilla. –Te juro por lo que más quiera que en dos minutos vengo. Necesito mear o moriré.

                -Está bien Eve, pero te aviso que como en máximo diez minutos no estés aquí, olvídate de seguir siendo mi amiga. –Me avisó mientras echaba a correr en busca de los lavabos, aún notando el dedo índice de Brooke en mi cuello.

…

Brooke, durante la ausencia de Eve, había mantenido los nervios a flor de piel. Temía que Evelyn abandonara en el último momento, aunque una parte de ella le aseguraba que cumpliría su palabra. Había dejado de tatarear, y esta vez repasaba mentalmente su plan. Sí, les había montado un plan, algo descabellado pero según el estilo de Brooke, romántico.

Había tenido que recurrir a su tío John, conserje de la universidad para que le prestara un elemento fundamental, el cual guardaba en aquel momento encerrado en su puño derecho.

Fue entonces, a mitad repaso, cuando oyó el silbar de una voz, acompañados de unos pasos que sabía perfectamente que no eran los de su amiga. Tal como temió, Dougie apareció en aquel momento por la esquina.

Dio el mayor respingo que le había visto dar, como si hubiera visto en Brooke a un fantasma. Le costó quitar la cara de incrédulo, mientras Brooke rezaba con que su amiga no tardara en acudir.

                -¿Br… Brooke? ¡¿Eres tu Weird?!

                -¡No, no! –empezó a reír por lo bajo, muerta de nervios. –Soy amiga suya, y me ha pedido que la acompañe al momento de los encuentros, pero hará un minuto que se ha ido a los baños urgente. Por favor Doug, espérate unos minutos a que venga.

                -Oh, sí sí. –Respiró hondo mientras embozaba una sonrisa tranquilizadora. Dio unos pasos para acercarse a Brooke, pero esta le hizo señas de que parara en el sitio. -¿Qué ocurre?
                -Verás Doug, sin el consentimiento de Weird, os he preparado un recuentro un poco especial. –Le explicó mientras lo llevaba a la pared, junto al cuarto de escobas. –Tal vez me haya pasado un poco, pero es mi cabeza lo quería. Puede que por esto luego me odies un poquito, pero es por tu bien, y te juro que no morirás.

                -¿A que te refieres? –Preguntó confuso él, pero antes de buscar ideas, se vio empujado impetuosamente por ella.

De un segundo a otro y sin previo aviso, Brooke había abierto violentamente la puerta del cuarto de escobas, empujando hacía la oscuridad inmensa a Dougie dentro de él. Se apresuró a cerrar lo antes posible, con la llave que guardaba en su puño derecho. Notó como Dougie forcejeó para abrir la puerta, pero sus esfuerzos eran en vano. El pestillo ya estaba echado.

                -¿Estás loca, Brooke? ¡Ábreme ya! ¡No veo una mierda!

                -No pienso abrirte, y haz el favor de callarte ya o cuando ella venga mi plan se irá a la mierda.

                -¿Piensas encerrarnos en un cuarto de escobas? ¡Por Dios Brooke, aquí vamos a estar más apretado que…! –Hubo un momento de silencio. –Querías esto, ¿Verdad?

                -Sí, y ahora cállate.

                -¡No pienso…!

                -Tsss. –Le rechistó, haciéndole callar cuando oyó los pasos de su amiga acercarse a donde estaban. Dougie le obedeció a la primera, aún metido en aquella habitación.

…

                -¡Por fin! –Suspiré aliviada mientras me apoyaba en la pared, enfrente de Brooke. -¿Qué haces aquí apoyada?

                -Es que bueno, hay una cosa que no te he comentado… -Empezó a decir, mientras daba pequeños pasos hacía atrás, alejándose. La seguí. –He preparado, digamos, una situación romántica.

                -¿Qué? Brooke, te dije que no te entrometieras. ¿Qué “situación romántica” se supone que has montado? –Le pregunté rabiosa.

                -Lizard está aquí.

-¿Dónde? –Me extrañé, empezando a mirar a mi entorno.

-¡Aquí! –Gritó, mientras notaba como me cogía por el cuello de la camisa y fugazmente, abría la puerta del cuarto de escobas que teníamos al lado y me empujó hacía dentro.

Lo único que alcancé a ver antes de que la puerta se cerrara y me dejara totalmente a oscuras fue la cara de emocionada y temeraria de Brooke, empujándome hacía dentro y golpeándome mi espalda contra algo lo bastante duro, pero no se trataba de una pared ni nada que poseía un cuarto de escobas. Me temí lo peor de lo que podía ser aquello, cuando noté su quejido de dolor. Mis cuerdas vocales se quedaron sin emitir ningún sonido, intentando mirar a través de la oscuridad.