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domingo, 29 de abril de 2012

61.A la altura de las golondrinas.




Jamás desde que había llegado a Inglaterra había tenido la mínima pizca de curiosidad por visitar el London Eye. Opinaba que era como otra noria cualquiera; vistas desde cierta altura, sin mucho que ver que no hayas visto ya desde fotos y una primera reacción deslumbrante, pero las demás ya aburridas.
Pero para nada era así el London Eye.
Me subí sin mucho entusiasmo a la noria. Tardó varios minutos en ponerse en marcha, mientras esperaba sentada y mirando a través de la ventana. Miles de pensamientos e indecisiones me ahogaban como para poder entretenerme con una singular vista.
La noria fue cogiendo altura, mientras yo le era indiferente a las fascinaciones de mis amigos. Cerré los ojos para intentar concentrarme, nada de mis amontonados problemas lograron resolverse. Me mantuve varios segundos así, relajada, hasta que oí a alguien hablarme.
                -No es buen momento para echar una cabezada, Evelyn. –Masculló la voz de Harry a mi lado. -¿Qué tal si abres los ojos y aprecias un poco el paisaje.
Y como si me lo hubiera pedido caso, obedecí sin rechistar. Mis párpados volvieron a abrirse dejando que mis pupilas vieran lo que tenía delante. Y comprendí las seguidas fascinaciones de la gente.
Delante mía se extendía la increíble ciudad de Londres. El big ben no resultaba tan grande desde la altura que habíamos cogido, y incluso las gaviotas y demás pájaros volaban a nuestra altura. Deseé poder llegar a la altura de las nubes, estirar la mano y poder averiguar de una vez como era el tacto del algodón esponjoso y blanco que residía en el cielo, pero no, por desgracia el London eye no llegaba a tanto.
No me importó. Me mantuve boquiabierta y callada, observando con fascinación lo que se extendía debajo mía. Una de las ciudades más hermosas que jamás había visto ni vería parecía decirme hola desde todas partes.
                -¿Te gusta? –Resonó de nuevo su voz, esta vez con una pizca de gracias.
                Dios, es precioso. –Me costó despegar la vista, pero cuando lo hice miré a Harry confusa. -¿Alguna vez te habías subido antes?
                -Sí, un par de veces. Pero jamás me canso de hacerlo. –Sus ojos azules parecían centellar aún mas con el reflejo azul del cielo y las nubes blancas. –Es algo que no se puede ver desde ningún edificio de la ciudad.
                -Creía –Hablé despegando la vista de él y mirando a través de la ventana. –que estar y subirse en esta noria sería algo patético y me haría perder el tiempo, pero no, absolutamente que no. –Sonreí para mi misma. –Me hubiera perdido todo esto si no hubiera sido por ti.
                -Sabría que te gustaría. –Mencionó embozando una sonrisa y sentándose a mi lado. –Tal vez no lo parezca, pero te conozco más de lo que crees.
Le sonreí. Un sentimiento de pesadumbre me recorrió entera, sin saber porqué. La faceta de Harry, a pesar de que sonría desforzadamente y la felicidad llegaba a sus ojos, irradiaba tristeza. Tal vez la misma tristeza que sentía yo, pero ¿qué era?
                -Gracias. –Siseé, rendida de intentar resistir la tentación de decírselo.
                -¿Por qué? –Susurró, tal vez para que nadie nos oyera. Frunció el entrecejo mientras expresaba curiosidad.
                -Por ser como eres. Por no alejarte de mi incluso cuando pasó… -Se me quebró la voz. La palabra correcta era –rechazo-, pero yo no quería haberle rechazado. ¿Por qué todas estas dudas? -…lo del otro día. –Forcé una sonrisa. –Por haberme apoyado y ayudado siempre, sacarme una sonrisa en el peor momento, por escucharme, entenderme, darme esperanzas en el último momento. –Hubiera podido estar horas y horas adulándome, pero Harry me interrumpió.
                -No tienes porque darme las gracias. –Noté como me rodeaba del hombro por un brazo. Hundí mi cabeza en su cuello mientras aprovechaba inhalar su fragancia, aquella dulce fragancia que él solo poseía. –Soy así contigo porque te lo mereces. No podría tratarme mal o ignorarte, simplemente no podría. Al contrario; gracias a ti por comportarte tan bien conmigo.
                -¿Bien? –Carcajeé sarcásticamente. –Digamos que no estoy satisfecha por como te traté. –Me costaba hablar. La voz se me iba por otro sitio, negándose a salir. –Sé lo que has llegado a poder sentir, ya me entiendes, y no es nada agradable.
                -Tú no te has comportado como Dougie. –Aseguró el con total confianza, levantando la cabeza para susurrarme al oído. –Doug al principio le costó admitir quien eras, y se comportó mal. Tú, en ningún momento por ahora lo has hecho. Todo lo contrario; pareces incómoda cuando me acerco a ti.
                -Me entra vergüenza. –Reí, mientras el aire que soltaba de mis pulmones rebotaba en su camisa. –Me corto; me siento culpable.
                -No lo hagas; comprendo la situación, y a pesar de tu rechazo, quiero seguir manteniendo tu amistad.
No volví ha hablar. Permanecí sumergida en el cuello de su camisa, mientras me dedicaba a observa maravillada el paisaje. El London Eye daba vueltas y más vueltas, preciosas vueltas que se me pasaron volando por el tiempo.
De vez en cuando, ladeaba un poco la cabeza para inspeccionar a los demás. Alguna que otra vez me encontraba con la mirada de Dougie, pero este no me miraba con pesadumbre, sino una muestra de felicidad se asomaba por el rabillo de la comisura de sus labios. Le devolví la sonrisa, feliz de que todo respecto a lo que pasó, se hubiera arreglado.

Todo parecía ir a la perfección. Apenas quedaban segundos para que la noria parase y nos diera permiso para bajar. Aún permanecía apoyada sobre Harry, notando su brazo rozarme y las mariposillas revoloteando por mi estómago, hasta que una voz de pito y una cabellera larga y pelirroja resonó cerca nuestra. Despertó mis recuerdos, sus criticas que me habían dicho y un infame sentimiento de celos me recorrió entera.
                -¿Harry Judd? –Mencionó la chica de ojos verdes que miraba a mi compañero con fascinación, ignorándome. -¡Cuánto tiempo! Estás muy cambiado, muy… encantador. –Sus ojos se toparon conmigo, fulminantes y horribles.
Me separé de él tan rápido como pude. Harry pareció no comprender mi rápida reacción, pero no le dio mucho tiempo. Saludó a la chica que le había hablado, a ella, a la que tan poco me fiaba.    
                -Oh, hola Anne.
Anne Grint me inspeccionaba de forma altiva con la mirada.

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