Bajé los escalones del umbral de mi puerta, rumbo hacía el coche mientras arrastraba mi maleta con aflicción. Observaba mis pies, como los cordones de mis converse iban saltando de derecha a izquierda como pequeñas ranas.
Levante un poco la vista, con la curiosidad de ver a la presunta novia de mi padre.
Por desgracia, desde la posición en la que yo me encontraba no pude verla, pues aunque hablara con mi padre, el coche le tapaba el rostro, y solo pude diferenciar su blusa color canela.
Bajé de nuevo la vista, y una vez llegué al maletero, decidí no mirarla. Cogí la maleta con fuerza, y entre golpes, la deposité dentro del maletero.
-Ves con más cuidado, hija. –Oí a mi padre detrás mía, con una dulce voz. Farsante. –Gírate, quiero presentarte a mi pareja.
Resoplé sin que nadie me viera, y me giré lentamente, intentando quitar la rabia de mi cara, pero me era una cosa muy difícil. Al lado de James, la ví. Tenía esa blusa canela, con los brazos doblados hasta un poco más por debajo del codo. Vestía una falda hasta las rodillas, y unas sandalias blancas que extrañamente conjugaban con su vestimenta.
Subí un poco más la vista y encontré su rostro.
Tenía un suave cabello liso, rubio que le llegaba hasta un poco más por debajo de los hombros. A primera vista desprendía esa carisma, pero no debía de juzgarla por lo que parecía. Le miré con una ceja levantada, y sí, era algo atrevido, pero ella solamente me dedicó una sonrisa mientras me entendía su mano derecha para estrugársela.
-Vaya James, no me dijiste que tenías una hija tan guapa. –Aduleó, haciendo que sus pómulos achinaran sus ojos. –No me conoces. Soy Debbie, y tu debes de ser la pequeña Evelyn. Tú padre me ha hablado mucho de ti.
-Oh, que bien. –Dije indiferente, ignorándola y volviéndome hacía papá. –Ya he recogido todas mis cosas y despedido del pueblo. ¿Podemos irnos ya?
Antes de que me contestara, les di la espalda y fui hasta el coche. Me senté en la parte de detrás, y me encerré allí dentro, intentando concentrarme para no estallar sobre todo lo que pensaba, aunque según me había demostrado papá, ha él no le importaba.
No tardaron en subirse, Debbie de conductora y James en el asiento del copiloto.
Oí como rugía los motores, y poco a poco el coche se puso en marcha.
Apoyé mi frente sobre el espejo, viendo como pasaban lentamente las casas, las cuales parecían decirme adiós. Me ensimismé, y mientras las traicioneras lágrimas se deslizaban por mis mejillas, cerré los ojos, evitando el paisaje.
Durante el viaje me quedé dormida. Casi mejor, pues era algo largo y sabía que durante este trayecto hubiera seguido melancólica.
Me desperté cuando el coche al parecer, pasó por un pequeño bache, haciendo que me golpeara la frente sobre el cristal. Abrí lentamente los ojos, mientras oía las voces de James y Debbie algo inauldibles. Miré a través del cristal, y vi como adolescentes caminaban sobre la acera.
Me alegró observar que no eran niños de mamá, malcriados y mimados, si no que algo más por debajo. Incluso parecían ser normales.
Me quedé todo el camino mirando detalladamente por la ventana, hasta que el coche se paró enfrente de una casa, blanca y algo desgastada por los años, pero que aún conservaba su carisma y gracia. Esperé a ambos salieran primero del coche, y después me limité ha hacerlo yo, sin apartar aún los ojos de la casa. Observaba cada detalle, cada ventana, cada cortina corrida, o simplemente cada ladrillo o falta de pintura blanca sobre estos. En sí, era bastante bonita y parecía espaciosa.
-Evelyn, ven aquí y recoge tu maleta. –Me pidió papá, y yo obedecí.
La deposité sobre la acera, y está vez me dediqué a observar el precioso jardín que tenía, el cual me tendría que pertenecer por vivir en el hogar. Sin esperar a James, seguí los pasos de Debbie, admitiendo de que estaba algo emocionada por saber como era el interior de la casa.
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