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miércoles, 18 de enero de 2012

8.All about patatas.

Anduve lentamente hacía la cama, como si se tratara de una serpiente o cobra apunto de atacarme, en posición de ataque. Los rodeé, mientras los miraba con la mayor cara de terror que pude poner.
Eran libros de texto bastante gruesos, lo que para mí significaría dificultad y sobre todo, horas y horas encerrada en esta estancia, estudiando.
Por fin decidí plantarle cara y sentarme en el edredón, mientras cogía el primer libro.
Psicología. Decidí mantener la funda allí, en perfecto estado, para que conservara aún su olor a nuevo. Lo deposité de nuevo en la pila de libros, y decidí ignorarlos.
Suspiré y salté al suelo, arrodillándome mientras miraba debajo de la cama. Estiré mi mano y empujé mi desgastada mochila hacía mí.
La incliné hacia abajo mientras todos los bolígrafos, papeles inservibles y migas de pan caía sobre el suelo. Espolsé con la mano las migas, haciendo que se dispersaran cada una por su lado y lograra disimularlas.
Metí a la fuerza y con inercia los libros dentro de la mochila, y con impetuosidad logré cerrar la cremallera. Volví a tirar la mochila al suelo, pero esta vez al lado de la mesita de noche y caminé hasta la cómoda para coger mi cámara réflex. Al parecer, alguien me había cambiado las cosas durante mi ausencia.

Salí de la habitación y encendí la cámara. Empecé a pasar las fotos; yo en Cambridge, yo con mamá, yo con mi perra de España… decenas de fotos guardadas decoraban la memoria del aparato. Suspiré un poco melancólica, añorando aquellos momentos, pero decidí ignorar el pasado.
Volví al salón, y lo primero que divisé fueron los dos holgazanes, repantigados en el sofá mientras veían… ¿culebrones? Me fijé un poco más en ellos, y sobre la mano de Tom vi algo que no me impresionó observar, era obvio; patatas con jamón.
Reí por lo bajo, y me encaminé hacía la cocina. Antes de entrar, pillé infraganti a la pareja de enamorados, abrazados mientras se susurraban cosas al oído.
Puse durante media milésima cara de asco, pero pensé en positivo. Era hora de que papá disfrutara.
Encendí mi cámara y les enfoqué, y antes de que lograran girar su cabeza para observarme, di click al botón, haciendo la foto al momento.

James se separó rápido de ella, impresionado, mientras me observaba boquiabierto. Debbie, por otra parte, empezó a reír sin disimulo.

-¡Evelyn, avisa cuando vayas a entrar! –Me regañó papá. –Cosas como estas molestan.
-Tampoco ha hecho nada malo. –Debbie se giró, volviéndose hacía la comida. -¿Por qué no vas a esperar junto a los chicos? Puede que esto aún tarde un poco.

Asentí, sin muchas ganas de unirme a aquella situación, pero me giré con inercia y caminé hasta ellos. Me senté de golpe al lado de Tom, pero ni siquiera se molestó en mirarme. Fijé mi vista en la televisión, pero pronto un dolor de cabeza debido al aburrimiento me llenó.
 Volví a enderezarme, y miré a los dos chicos con una sonrisa extrovertida. Al parecer, seguían sin saber que yo estaba allí.

-¿No tenéis nada mejor que hacer que… aburriros? –Pregunté divertida, pero solo conseguí que Danny se moviera para desperezarse.
-Hay patatas. –Musitó Tom.
-¿Y?
-Ayer no habían patatas.
-Tom, las patatas pueden esperar. –Dije con lógica, y cogí su mano para intentar que se levantara. Imposible. –Vamos ha hacer algo divertido, por favor.
-¿Comemos patatas?
-¡No Tom, nada de patatas! –Intenté quitarle el paquete, pero lo tenía bien aferrado. –Las patatas tarde o temprano se acabarán.. déjalas para el final.
-Ahora haber patatas. –Dijo como un primitivo, y no pude evitar reír. -¿Qué nos das a cambio de que nos levantemos?
-Te compraré una bolsa de patatas para ti solo. –En un abrir y cerrar de ojos, el rubio ya no estaba sentado.
-¿Y a mi qué? –Danny seguía tumbado, sin mirarme.
-A ti te compraré otra bolsa.
-No me convencen las patatas. –Una sonrisa pícara apareció en sus labios. –Algo mejor.
-Lo que sea, pero Danny, ¡levanta! –Cogí también su mano y la tiré, pero de nuevo me resultó imposible.

Tom se acopló a mi lado, y mientras le aferraba la otra mano, ambos empujamos, consiguiendo que por fin se levantara. Sollozó con cara de lástima, y mientras cogía el mando de la televisión y lo apagaba con la mayor pereza del mundo, Tom ya se dirigía de nuevo al pasillo.

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